Max Verstappen partía este domingo al fondo de la parrilla en el GP de Rusia por dos motivos: la penalización de tres posiciones que recibió el fin de semana pasado en Monza a raíz del incidente con Lewis Hamilton y la decisión del equipo Red Bull de realizar cambios en la unidad de potencia de su monoplaza. La carrera no se presentaba nada fácil para el joven piloto neerlandés, pero demostró estar a la altura de las circunstancias.
El autódromo de Sochi ha sido, desde su inclusión en el calendario de la F1 en 2014, una plaza fuerte de Mercedes. Siete de siete pruebas ganadas contando la de este año, en la que Lewis Hamilton volvió a llevarse el gato al agua. Teniendo en cuenta esto y la gran desventaja de partida, Max no podía imaginar que acabaría subiendo al podio. Salió con la idea de minimizar daños y como el mejor de los soldados, cumplió con su misión. Sí, perdió el liderato del Mundial ante Hamilton, pero se sitúa tan solo a dos puntos de él. El forcejeo por el título continúa. En Sochi, Max ha vuelto a demostrar que se crece ante las situaciones adversas. Escaló desde atrás, algo que requiere paciencia y destreza, y cuando en las últimas vueltas apareció la lluvia, que para unos supuso el caos (por ejemplo, para su compañero de escudería, Sergio Pérez, que terminó noveno), para Max resultó ser una ayuda providencial.