mayo 2, 2018

Cuando Honda llegó a América

“Si no eres número uno en el mundo, no puedes ser número uno en Japón”. Son palabras del fundador de la compañía, Soichiro Honda, que aún resuenan. Era el principio de la década de los 50 cuando las pronunció por primera vez (seguramente en su mente existían desde hacía tiempo), y marcaron profundamente el devenir de la empresa y su éxito al convertirse en una de las grandes multinacionales del mundo de la automoción. Para ello, Honda debía dar el salto de Japón a los Estados Unidos, el país del motor por excelencia. ¿Pero, cómo llegó Honda a América?

De Japón al mundo

Mucho antes de que otros fabricantes del sector pensaran siquiera en construir o vender sus productos fuera de su país de origen, Honda ya dirigía su mirada hacia el exterior. En los años 50, pocos años después del nacimiento de la compañía, Soichiro Honda ya comentaba en público las oportunidades limitadas de crecimiento que ofrecía su “pequeño Japón” y declaraba la necesidad de Honda de “mantener una perspectiva internacional”. Convertirse en un importante fabricante a nivel mundial fue parte de la visión, del sueño de Soichiro prácticamente desde el primer día: el mundo era para él un potencial cliente y base de operaciones.

En aquellos años, a pesar de que todo iba bien, con las ventas del Cub F-Type y la Dream E-Type, la primera moto de cuatro tiempos de la marca, en máximos, Soichiro Honda no estaba nada satisfecho con el nivel de precisión de sus componentes. Ni corto ni perezoso, el ingeniero decidió invertir 450 millones de yenes de la ampliación de capital en importar máquinas herramientas que le permitieran fabricar componentes de marcada calidad, a la altura de sus ideas. Y se fue a Estados Unidos.

El sueño americano, versión Honda

Y el sueño llegó: ya en 1959 Honda comenzaba a vender motos en Estados Unidos, y en 1969, tan sólo unos meses antes de que Neil Armstrong pisara la luna, el icónico Honda N600, una variante del N360 más potente diseñada para el mercado global, se convertía en el primer coche de la compañía a la venta en Estados Unidos. Lanzado en Hawái en diciembre de 1969, en mayo del año siguiente Honda América comenzó a vender el coche en el continente a través de la red de concesionarios que Honda había creado ya para sus motocicletas.

Comenzó entonces la lucha de Honda por hacerse un hueco en el ya bien establecido mercado de la automoción americano. Vender coches en concesionarios de motocicletas era una excentricidad, pero Honda no pudo permitirse crear una red específica para automóviles hasta la llegada del Civic en 1973.

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Un paso adelante: fabricar en América

Una nueva empresa, Honda of America Manufacturing (HAM), fue creada en febrero de 1978 con el objetivo de construir motocicletas. Toda la operación se fundamentaba en un principio: las ganancias generadas en América se quedarían en América, de esta manera se aceleraría la integración de la marca en el mercado americano, desde donde expandiría sus actividades al resto del mundo. Un año y medio más tarde, la CR250R salía de la línea de producción como la primera motocicleta fabricada por Honda en Estados Unidos.

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Con la apertura de su fábrica en Ohio en 1982, Honda se convirtió en el primer fabricante extranjero en construir automóviles en los Estados Unidos. Más adelante, Honda sería también la primera marca japonesa en fabricar automóviles en China.

El primer Accord made in America salió de la línea de producción el 1 Noviembre de 1982, con el nivel de calidad deseado, una cuestión que había preocupado profundamente a los ingenieros de Honda. Un año y medio más tarde, salían 600 coches de la fábrica cada día. Cuatro años más tarde, en 1986, se inauguró una segunda línea de producción y poco tiempo después, la compañía producía al ritmo de 300.000 unidades al año, una parte de las cuales se exportaba a Japón y a otros países del mundo.

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Contagiar la filosofía de la marca

Una de las principales preocupaciones de Honda durante la expansión al continente americano fue la transmisión de la filosofía, elemento central de la compañía en Japón. Esto resultó en procesos muy particulares, como por ejemplo el hecho de que a la hora de contratar trabajadores, ninguno de los seleccionados había trabajado nunca con motocicletas. La razón era que para la compañía, era más importante la personalidad y la pasión por el trabajo que la experiencia. Con pasión, pensaban, resultaría más fácil integrar la filosofía de la empresa.

El director de la operación,  Kunio Iwamoto, comparte una anécdota de aquellos tiempos: “a veces encontrábamos resistencia a determinadas ideas”. Por ejemplo, algunos trabajadores decían cosas como “no nos hagáis trabajar con este uniforme blanco, es impensable en América obligar a todos los trabajadores a vestirse de blanco”. Con el tiempo, sin embargo, las razones detrás de cada decisión calaron en todos los nuevos miembros. “Los uniformes estaban diseñados con botones ocultos para evitar dañar los productos, y los uniformes eran blancos para llamar la atención sobre cualquier mancha y promover la limpieza”, explica Iwamoto.

Hacerse un hueco en el mercado norteamericano no era una misión fácil, pero Honda insistió hasta que lo consiguió. Y aquél fue el primer paso hacia el sueño de su fundador: convertir Honda en una de las grandes multinacionales del mundo de la automoción.