enero 23, 2019

Perspectiva global. El día en que Honda se embarcó rumbo al éxito

Todo por una buena llave inglesa. Más o menos, así es cómo el fundador de la compañía Soichiro Honda sembró la semilla que, años más tarde, convertiría a Honda en una gran multinacional automovilística. «En lugar de usar dinero, usa tu sabiduría», remarcaba el ingeniero a sus empleados. Pero no siempre funcionaba. Por eso, durante el invierno de 1952, Honda tomó una drástica decisión que marcaría el destino de la compañía:  él mismo se embarcó rumbo a América. El objetivo no era otro que invertir el 100% de la reciente ampliación de capital -450 millones de yenes- en la importación de máquinas y herramientas que le permitieran fabricar componentes de calidad, a la altura de sus ideas.

De Japón al mundo

En este primer viaje rumbo a las Américas, además de la maleta, Honda ya llevaba con él un pensamiento que no le abandonaría nunca, una idea que repetiría a menudo durante las siguientes décadas y que probablemente empujó a la empresa hacia la expansión global: «Si no eres número uno en el mundo, no puedes ser número uno en Japón». Honda había comprendido la lógica del nuevo mundo, que ya no dejaría de globalizarse.

El primer obstáculo que identificó el ingeniero japonés convertido en hombre de negocios fue que sin herramientas de buena calidad nunca podría marcar verdaderamente la diferencia con sus competidores. Así que, ni corto ni perezoso, se dispuso a ir a donde hiciese falta, sin reparar en gastos, para encontrar el mejor equipamiento que existiera en el mundo. Los sueños no se cumplen con decisiones moderadas, sino con la vista puesta en el objetivo.

Pensamiento global

Poco antes de aquel histórico viaje, el mismo Soichiro Honda expresó sus pensamientos en un artículo publicado en la revista corporativa de la empresa bajo el título “Asumir una perspectiva global”. Un escrito en el que el fundador de la compañía exponía su visión con más pasión de la habitual.

“En septiembre producimos más de 1.000 unidades de (la motocicleta) ‘Dreams’ y la producción del (motor auxiliar) ‘Cub’ cruzó el hito de las 5.000 unidades. Sin embargo, aunque somos el principal fabricante en Japón, siento un bochorno insoportable cuando miro nuestros resultados actuales desde una perspectiva global”, confesaba sin tapujos el Presidente en el artículo. Y sentenciaba: “Soy muy consciente de que hay una gran diferencia entre nuestros productos y los fabricados en países como Gran Bretaña o los Estados Unidos”.

Dicho esto, el ingeniero bromeaba con la obsolescencia del viejo proverbio japonés que sostiene que “un mal artesano culpa a sus herramientas”, y comunicaba su decisión de adquirir la mejor maquinaria que pudiese encontrar. “Los buenos productos no conocen fronteras, ser los mejores no significa nada si sólo nos comparamos con el resto de Japón”, concluía en tono visionario. Y no se equivocaba.

Hacia el sueño global

Leer aquel escrito, hoy en día, produce escalofríos por el coraje y la claridad de visión que reflejan. La decisión de apostar por una importación masiva de herramientas extranjeras -siendo Honda todavía una pequeña empresa con una capitalización de 6 millones de yenes- debió levantar muchos entrecejos. Las apasionadas palabras de Soichiro Honda son una clara muestra de su manera de pensar: libre, autónoma y valiente; muy alejada de lo que se consideraba aceptable en el Japón de la época. Y aún así, ese era exactamente el camino que conducía al éxito.

Más de dos décadas más tarde, en febrero de 1978, se inauguraba Honda of America Manufacturing (HAM) en Ohio, Estados Unidos, con la construcción de una planta de fabricación de motocicletas como primer objetivo.

Un año y medio más tarde, la CR250R salía de la línea de producción como la primera motocicleta fabricada por Honda en Estados Unidos. Poco después la compañía se embarcó en la construcción de una planta de automóviles y alcanzó en 1982 un nuevo hito en la expansión global de la compañía con el nuevo Accord, el primero en fabricarse en América.

Estas dos operaciones fueron la avanzadilla de la futura expansión internacional de la compañía, que no tardaría en llegar.