septiembre 24, 2020

Mucho más que olor a goma quemada: en la trastienda de la Fórmula 1

Como espectadores de carreras, es fácil y natural que nos concentremos en los monoplazas, los pilotos, el equipo de boxes y el personal de apoyo que vemos a pie de pista. Sin embargo, lo que vemos el día de Gran Premio es sólo una pequeña parte de la enorme operación que requiere competir en Fórmula 1. Hoy visitamos las entrañas de la categoría reina, dentro y fuera de pista.

Después del parón por el coronavirus, la máxima competición del motor ha vuelto a rugir. Ha regresado el ruido de los motores, y también el olor a goma quemada, la euforia de las victorias, la frustración de las derrotas. En definitiva, la peculiar atmosfera de la Fórmula 1 ha retomado su vida con más ganas y energía, si cabe. Una reactivación clave para la recuperación económica y social, que va mucho más allá del deporte y el espectáculo: es fundamental para avanzar en el desarrollo de soluciones tecnológicas tanto en movilidad sostenible como en áreas tan dispares e importantes como la cirugía, la investigación médica o la gestión de las redes de energía renovable.

Un universo en movimiento

La Fórmula 1 es un enorme universo móvil que se traslada de un circuito a otro según el calendario para hacer posible lo imposible. Cada fin de semana de Gran Premio se montan y se desmontan edificios enteros, y miles de trabajadores se desplazan al circuito con sus equipos para sacar el máximo provecho a las jornadas de competición. En el caso del equipo Aston Martin Red Bull Racing, un gigantesco edificio temporal de tres pisos junto a la pista sirve de hotel, restaurante y sala de reuniones, como podéis ver en este vídeo grabado durante el Gran Premio de España 2019. La escudería británica cuenta con más de 950 técnicos expertos en diferentes áreas, de los cuales sólo unos 120 se desplazan al circuito los días de carrera, junto con unos 28 camiones que transportan todo el material necesario.

Máxima precisión

En cualquier deporte de automovilismo pasan más cosas fuera de la pista que dentro. Como espectadores de las carreras, es fácil y natural que nos concentremos en los coches, los pilotos, el equipo de boxes y el personal de apoyo que vemos a pie de pista. Sin embargo, lo que vemos el día de Gran Premio es solo un pequeño porcentaje de la enorme operación que se necesita para conseguir poner un par de monoplazas de Fórmula 1 en la pista con éxito. La mayor parte del trabajo se lleva a cabo lejos de la pista, en bulliciosos polígonos industriales, en el caso de la Escudería Toro Rosso en las afueras de la ciudad de Faenza, en el norte de Italia.

En muchos sentidos, los boxes de F1 se parecen más al futurista centro de control de la Estación Espacial Internacional que a un taller mecánico. En un fin de semana de Gran Premio los equipos de F1 capturan miles de millones de datos a través de los cientos de sensores instalados en cada monoplaza, cuyo análisis es crucial para este deporte. Durante las carreras, los ingenieros de la sala de control evalúan y modifican constantemente la relación de energía recuperada y entregada posteriormente por el sistema híbrido para ofrecer un rendimiento óptimo.

No hay contratiempo que valga, el arte de la F1 implica estar preparados para reaccionar ante cualquier circunstancia imaginable y dejar toda la cuota de imprevisibilidad al funcionamiento del motor y del monoplaza. Quizá la mejor muestra de esto son las hileras de columnas de goma que se levantan en los boxes como si de una catedral se tratara: decenas de neumáticos de diferentes tipos, listos para salir a pista según las circunstancias meteorológicas y necesidades de la carrera. A su alrededor, también varias decenas de personas están siempre a punto para realizar cualquier tarea técnica que sea necesario.  El mayor objetivo es siempre mantener los monoplazas en pista el máximo tiempo posible, para recoger la máxima cantidad de datos.

Más allá del espectáculo

Aunque no fue la Fórmula 1 quien inventó la tecnología híbrida, la forma en que este deporte la ha adoptado y refinado en los últimos años ha supuesto grandes avances en movilidad sostenible. En otras palabras, gracias a la F1 los automóviles híbridos llegaron más rápidamente, y con más calidad, a los concesionarios y a las calles.

Un buen ejemplo de esto es el nuevo Honda Jazz híbrido, cuyo sistema e:HEV está directamente inspirado en la tecnología híbrida de máximo nivel desarrollada por Honda en los circuitos. Pero hay muchos otros ejemplos más humildes. Seguro que conoces los frenos ABS y los sistemas de inyección de combustible que equipan los Honda Civic, Jazz o HR-V, ¿no? Pues también eso lo debemos principalmente a la Fórmula 1.

Tecnología híbrida, del circuito a la calle

Detrás de las tres victorias y seis podios que en la última temporada consiguieron los equipos con motor Honda, Aston Martin Red Bull Racing y Scuderia Toro Rosso (ahora Scuderia AlphaTauri), está la unidad de potencia híbrida desarrollada por la marca para la F1, la RA620H, y los 60 años de experiencia de Honda en la élite de la competición del motor.

En el sistema híbrido de Honda, denominado e:HEV y desarrollado recientemente para el Jazz, estos conocimientos se aplican a la vida real para proporcionar al conductor una relación potencia-eficiencia óptima en cualquier momento de la conducción.

Como la unidad RA620H, el e:HEV recupera la energía y la aprovecha para cargar la batería y aumentar la potencia del motor, al mismo tiempo que asegura un rendimiento sólido, una transición impecable entre los modos de tracción y una experiencia de conducción agradable. Al igual que el Honda CR-V Hybrid, el nuevo Jazz Hybrid está equipado con dos motores eléctricos (generador e impulsor) compactos y de gran potencia conectados a un motor de gasolina DOHC i-VTEC de 1,5 litros, una batería de iones de litio y un innovador cambio automático de transmisión inteligente. Estos cuatro componentes funcionan conjuntamente gracias a la gestión de una unidad de control, que garantiza una respuesta del motor suave y directa.